El tiempo que todo lo cura es cada vez más breve. Puede que sea la edad o la madurez. Entender a la quinta vuelta que darnos cabezazos contra la pared no devuelve las horas ni cambia remotamente las circunstancias. El conocimiento de que el inicio del aprendizaje está en secar las lágrimas y enfrentar los resultados. No dar vuelta la página, pues pocas veces se puede, sino incorporar esa nueva página a nuestra vida, aunque duela, es más, porque duele, y el tiempo y la sal derramada la volverán indestructible, pero absolutamente inofensiva.
Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Yo creo que además se vuelve parte de tu piel y permite que, la próxima vez, no caigas en la primera estocada. Y no hablo de vivir con eso como carga, ni menos de incorporar la derrota a nuestro hábito, sino de aprender y ser feliz con ellas y por sobre ellas.
A mi los recuerdos me traen nostalgias, a veces hasta lágrimas, pero no me duelen. Enterré a cada uno como corresponde, cajón y velorio, silencio y luto. Y de cuando en cuando, les dejo una flor en su tumba.