(Ilustración de Clara Luna Rodriguez)
Me suele suceder agobiarme con demasiadas cosas. En ese afán hiperkinético de estar siempre en movimiento, voy diciendo que sí a cuanto proyecto me parece interesante, siempre pensando que a la vuelta de la esquina está lo que ando buscando y no quiero que se me pase de largo porque alguna preocupación menor me distrajo.
Y entonces me desdoblo. Se ponen a trabajar al unísono, la Kika perfeccionista, la creativa, madrugadora y guerrera. Aunque también la estresada y pendenciera que no me da tregua y, cronómetro en mano, castiga mis retrasos y fallas.
Díficil convivir con todas ellas por estos días, y hoy, con muchas horas de trabajo pendiente aún, parto al doctor porque el trasnoche pasa la cuenta en estos días fríos. Y voy, aunque cruzando los dedos por un remedio mágico que me devuelva las horas.
Me gustaría descubrir el punto medio entre estar detenido y funcionar a toda máquina. Porque a este ritmo, imposible el crecimiento sostenido. Un día mi organismo se declara en huelga y no responde más, aunque sea por unas ovejas más que contar.
¿Cómo se puede ser una y mil a la vez?¿Cómo se pueden querer tantas cosas y pretender que funcionen sin establecer jerarquías?¿Cómo se puede andar en este carrusel en que cada tanto una meta se alcanza y otra nueva corre a perderse en el horizonte?
Y sí, estoy contenta, pero agotada... y aunque creo en los cuentos y la magia, soy nada más humana y a estas horas se me cierran los ojos, se me doblan las piernas.
Elegir, tomar una decisión, un camino. Discriminar sin sentir que lo que abandono podría llevarse mi vida. Obtener la sabiduría de aquellos que van más despacio, pero que llegan mejor parados al final.